sábado, 12 de marzo de 2011

Fumar (II)

Me cago en el día que decidí dejar de fumar.
Me cago en las recomendaciones del médico.
Me cago en todos los que me dicen lo bueno que es y lo bien que me voy a sentir y todo eso.
Y un poco, un poco también, me cago en el mono que tengo, aunque eso parece que lo aguanto.

-Ayer se me cayó un cuaderno al suelo y le grité de todo. Ok, mala leche bajo control.
-Me como de 2 a 5 piezas de fruta (casi siempre manzanas) al día. Ok, ansiedad bajo control.
-De vez en cuando picoteo chocolate. Ok, endorfinas en expansión.
-Paseo todos los días como mínimo media hora. Ok, riego sanguíneo activado.

Con una vida tan sana como esta... ¿qué podría estar mal? ¿QUÉ? Pues me cago en el médico de los cojones, en el otorrinonaringólogo que me vio los nódulos, en la logopeda que no tuve, en todos los que me recomendaron una y otra vez que dejara de fumar. Me cago en to' quisqui porque tengo la garganta roja como un pimiento. Y me duele. Y, creánme, tengo experiencia en esto, mis anginas pueden adquirir el tamaño de coliflores. Olé, olé y olé. Coño, con el tabaco dolía menos. Efecto anestesiante, supongo. Tengo la garganta seca como el esparto, una tos que rasca y llevo sin fumarme un cigarro (ni aquel para el que me dí permiso ¿se acuerdan?) desde el sábado. Y aquí sigo. Que me raspa la garganta. Yo sólo me noto el mono... Lo demás, para mí que va a peor.

Día 20.